miércoles, 6 de noviembre de 2013

«Imagino la librería del futuro con espacios de lectura. Sin Wi-Fi.» Jorge Carrión redescubre y reivindica las librerías.

Desde una librería en Guatemala hasta la mítica Shakespeare and Company de París, dando la vuelta al globo hasta volver al mercado de San Antonio de Barcelona, Jorge Carrión ha conseguido en Librerías cartografiar el complejo y romántico mundo de las librerías, y, como no podía ser de otra manera, se ha convertido en uno de nuestros ensayos favoritos de este año.
Jorge Carrión es autor de crónicas de viaje (La Brújula; Australia, un viaje), de la novela Los muertos y del ensayo sobre teleseries TeleshakespeareLibrerías fue finalista del premio Anagrama de Ensayo 2013.
El próximo jueves 7 de noviembre nuestra librería recibirá al viajero. Jorge Carrión nos visitará para presentar Librerías y conversar con nosotros sobre todos los temas que orbitan este apasionante universo. Para prepararnos para la ocasión, entrevistamos a Carrión. ¡Y nos vemos el jueves!

foto: Oskar Montero

En Librerías confluyen los dos géneros más trabajados por ti: el ensayo y la crónica de viaje. Afirmas que: «cada librería condensa un mundo», y más adelante te refieres a todas las librerías como partes de un mapamundi, y añades: «Mejor dicho: un mapa de mi mundo. Y por tanto sometido a mi propia biografía». ¿Es la autobiografía un tercer género que nutre Librerías? ¿Hay en el ensayo unas memorias de Jorge Carrión cifradas en la constelación de librerías que revisitas?

Sin duda. Pero intento que el foco no esté en mí, sino en el auténtico protagonista de mi libro, las librerías. Recordar que son mis librerías es un ejercicio de honestidad: no conozco todas las librerías del mundo, ni siquiera las más importantes. De modo que mis vivencias y mis recorridos son el hilo conductor. Hay quien ha visto en el libro una educación sentimental, una novela de formación, y en esa dimensión, digamos, estructural, estaría lo autobiográfico.

Tu ensayo oscila entre la celebración de las librerías y el señalamiento de ciertos peligros para su supervivencia. El caso de la Llibrería Catalònia, al que dedicas unas sentidas páginas en tu libro, es un ejemplo de esto último: ¿qué impresiones del futuro de las librerías tienes tras tu extensa investigación, tanto histórica como geográfica?

Como no me he acercado al fenómeno desde un punto de vista estadístico, no puedo saber si ahora cierran o no más librerías que antaño, aunque intuyo que sí, pero no puedo estar seguro, porque también abren muchas nuevas... En cualquier caso, trato de esquivar el apocalipsis, la melancolía, la nostalgia, o contrapesarlos, al menos, con la esperanza y la fe en la reinvención, en la adaptación. Y eso pasa, necesariamente, por una redimensión de la librería. Para mí ya no tiene sentido la gran superficie de novedades. Pero sí, en cambio, espacios tradicionales, mínimos; o grandes, espectaculares, donde también haya libros antiguos o joyas bibliográficas, además de exposiciones, conferencias, etc.

En la misma línea de la pregunta anterior: a lo largo de tu ensayo te refieres a las librerías desde un punto de vista humanista y, quizás, incluso romántico. Hablas de ellas como “máquinas del tiempo”, como “embajadas sin bandera” y mencionas una conversación con César Aira donde las describe como lugares de reunión de intelectuales. ¿Es esa la esencia irremplazable de una librería con respecto a, por ejemplo, una tienda virtual o la sección de libros de un centro comercial? ¿Hay en esa idea una intención de salvación de las librerías?

En efecto, la comunidad emocional, física, sensorial, encarnada en clubes de lectura o en presentaciones de libros o en experiencias colectivas... El latido de la librería tiene que ver con la interacción de voces y cuerpos. El hecho de que pasemos buena parte del día conectados nos va a llevar a la necesidad de espacios sin conexión virtual, donde todo sea exclusivamente físico. La librería, creo, tiene que reivindicar esa cualidad. Imagino la librería del futuro con espacios de lectura. Sin wi-fi.

Como libreros que somos, no podemos más que celebrar que tu ensayo orbite las librerías. ¿Qué factores o causas crees que han determinado que las librerías no sean temas de ensayo ni, como indicas en el libro, figuren como puntos de interés turístico o cultural de las ciudades donde se encuentran?

Supongo que la inercia. La lógica académica y ensayística es la insistencia: cuando un tema, un objeto, una figura pasan a ser topos, lugares comunes, tópicos, la propia inercia lleva a insistir en ellos. En las ruinas jesuitas del norte argentino descubrí que las letrinas eran llamadas antiguamente "lugares comunes". Yo apuesto justamente por lo contrario: por tratar de adueñarme de temas y de estrategias que no han sido previamente legitimadas. En Los muertos y en Teleshakespeare lo hice con las series de televisión, cuando todavía no tenían prestigio de alta cultura. Ahora lo he hecho con las librerías. Es una apuesta de alto riesgo. Pero gratificante a medio y largo plazo.

Afirmas en Librerías que «las culturas no pueden existir sin memoria, pero tampoco sin olvido. Mientras que la biblioteca se obstina en recordarlo todo, la Librería selecciona, desecha, se adapta al presente gracias al olvido necesario». Cierras tu ensayo con la historia de David Markson, el escritor que dejó ordenes en su testamento para que su biblioteca se vendiera en la gigantesca librería The Strand, de Nueva York, lo que sugiere la idea de una disolución de esa memoria perfecta que quiere ser la biblioteca. Lo que nos lleva a preguntarte: ¿Cuál será el destino de la biblioteca de Jorge Carrión?

Quién sabe. Espero llegar a viejo y encontrarme en un mundo en que la biblioteca personal ya no signifique lo que significa ahora. Pero sí espero morir rodeado de algunos de mis libros, los más subrayados, los que me acompañan, y los que voy añadiendo a esa familia...

 Este jueves continua la conversación. Os esperamos en Librería Cálamo, a las 20hs. ¡Hasta entonces!




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