viernes, 14 de junio de 2013

Pepe Ribas: «Hemos vivido muchos años de espaldas a la realidad europea»


Pepe Ribas es un agitador inacabable. Por su haber pasa la gestación de la mítica revista Ajoblanco, además de varios libros maravillosos y otras tantas aventuras. Maestro de periodistas, ahora también ha revelado sus habilidades en el relato de ficción con Encuentro en Berlín (Destino), en donde convergen las historias del joven activista chileno Ernesto Usablaga y el cosaco ucraniano Maksim Kazantev.

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Da la sensación de que la mayoría de autores españoles, cuando tienen que ponerse a buscar buenas historias con trasfondos sociales y políticos, prefieren quedarse en casa. Primero la guerra civil, luego la transición, ahora nuestra crisis. Tú en cambio has elegido Europa Central. ¿Seguimos adoleciendo de una cultura demasiado castiza? 

Tras siete años preparando Los 70 a destajo y más de 30 en Ajoblanco, decidí tomarme un descanso y fijar mi atención en otras áreas culturales que no fuesen la hispana. La ciudad elegida fue Berlín. Hemos vivido muchos años de espaldas a la realidad europea e investigué facetas poco conocidas del siglo XX. Por otra parte la literatura que más me apasionó de joven fue la rusa y en la actualidad la centroeuropea. Y por supuesto, en España nos miramos demasiado el ombligo y nos creemos únicos. Se habla mucho de los muertos de la guerra civil, que fue horrible, pero en Ucrania, el siglo XX se llevo a 22 millones de personas de forma violenta, más de la mitad de la población. Encuentro en Berlín ha sido para mi una aventura fascinante, que me ha abierto a la cultura germánica y a las eslavas. Todo lo que haga a partir de ahora estará muy influido por esta experiencia apasionante. Y escucho con satisfacción un comentario de algunos lectores: “Tras leer Encuentro en Berlín mi visión de Europa ha cambiado”.

«Una de los conocimientos que he extraído mientras preparaba Encuentro en Berlín es el espíritu de recuperación de la población alemana tras el horror hitleriano.»

En la entrevista que Antonio Baños publicó en Qué Leer desplegaste una opinión que no ha sido nada frecuente en estos años; allí señalabas que la responsabilidad del desastre era de todos, y además mostrabas tu desencanto con los indignados. Otra vez parece que el tiempo te está dando la razón, ahora que el fervor político general ha menguado. ¿Nos hemos acomodado al fin a la pobreza (material y moral)? ¿Al fin la ciudadanía ha resultado claramente derrotada? 

Una de los conocimientos que he extraído mientras preparaba Encuentro en Berlín es el espíritu de recuperación de la población alemana tras el horror hitleriano. Se pusieron a estudiar, a reconstruir las fábricas y a inventar bajo las ruinas de las ciudades y a la intemperie en pleno invierno, cuando por todas partes olía a cadáver calcinado. Para ser rico hay que ser valiente, crear tejido productivo y riqueza, y no quejarse. Uno no puede esperar a vivir de lo público, de la subvención, del turismo o de la queja sistemática. Por supuesto, los responsables de la burbuja inmobiliaria son todos los que han participado en ella, que han sido muchos. No sé si nos hemos acomodado a la pobreza, pero sin activismo, sin cultura crítica, sin creatividad, sin ciudadanos libres no existe ética ni futuro. Aquí se piensa demasiado en el hedonismo y en il dolce far niente. 



¿Qué te interesa de la literatura española contemporánea

Veo formulas gastadas, demasiado simples o excesivamente narcisistas y presuntuosas. Me ha interesado Vila Matas durante un tiempo y los nocillas durante otro. Últimamente he leído con verdadera pasión Intemperie de Jesús Carrasco y a Clara Usón, pero admito que en los últimos años lo que más he leído es la literatura centroeuropea que edita el Acantilado o Salamandra y también la joven literatura rusa, ucraniana o polaca. Sí me interesa la nueva poesía española, como por ejemplo la de Unai Velasco, Luna Miguel o Pedro Granados porque me dan pistas de por donde puede cabalgar el futuro. 


«Soy un hombre que agita y agita en busca de polémica y vitalidad. Aunque no publicara novelas, siempre he construido historias»
Dado que a ojos de los lectores de ficción casi podrías pasar por un objeto extraño recién llegado, dado que habitualmente se te asocia con el periodismo antes que con la novela, ¿estimas que es beneficioso o problemático carecer de vínculos con tradiciones literarias establecidas?, ¿te atrae algún debate que esté sucediendo actualmente en la crítica literaria? 

El debate de la posmodernidad es muy antiguo y quiebra el cerebro en mini fragmentos, cuando lo que a mi me interesa son los contextos desde los que construir puentes y enlaces. Soy un hombre que agita y agita en busca de polémica y vitalidad. Aunque no publicara novelas siempre he construido historias. Las tradiciones literarias suelen ayudarte al comienzo pero luego te encuadran y estancan. Yo fui, soy y seré un ser libre que no solo ha inventado una revista sin acomodarme en nada, sino que he inventado una forma de vida muy propia. 

Tu retrato de los 70 daba a entender que los problemas del momento produjeron una juventud deseosa por abrir los horizontes culturales y romper con las rigideces de entonces. Cuarenta años más tarde, la lucha es muy diferente por no decir prácticamente contraria (se reivindican trabajos estables, seguridad, casi un modo de vivir conservador)… ¿Cuál de los dos momentos te parecen más apasionantes? 

Desde y para la juventud, los años setenta sin duda por lo libres que pudimos ser al quebrar los hábitos de la carcundia. Libres y sin necesidad de copiar porque inventábamos espontáneamente todo el tiempo. Ahora no te dejan inventar nada, solo puedes tantear y copiar o reproducir conductas. Desde la madurez los tiempos actuales muestran a las claras lo que pronosticamos desde 1978, que es cuando en España se quebró el proceso que debía llevarnos a una democracia adulta. Se acabaron los sueños bien pronto y llego el Dios dinero con los bancos como nuevos templos de culto en sustitución de las catedrales. Y sin defensas educacionales que nos ayudasen a tomar cierta distancia con esa realidad titánica.

En varias ocasiones has opinado muy favorablemente sobre la ciudad de Berlín, que además se está convirtiendo en uno de los centros de emigración de la juventud española. Sin embargo Berlín es la capital de un país que no goza de ninguna buena fama entre los países del sur de Europa. ¿Es posible entender Berlín sin Alemania, o será que los ciudadanos no tienen que ver con sus gobernantes? 

En Berlín se respira libertad, experimentación y civismo. Es una ciudad muy boscosa, sin polución de ningún tipo; una ciudad serena, barata, con un mercadeo escaso y mucho trueque. Los políticos de allí están al servicio de la gente y no se notan. Jamás me he cruzado con ninguno ni he visto que presidieran los conciertos o espectáculos a los que he asistido. Y los bancos a los que debemos el dinero de nuestros excesos no son alemanes, son capitalismo financiero internacional puro y duro. 

*Pepe Ribas estará en Cálamo el próximo martes 18 hablando de Encuentro en Berlín. 

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